LA METAMORFOSIS Y LOS PROBLEMAS DE ACTUALIDAD

LA ENFERMEDAD Y LA VEJEZ  COMO ESTIGMAS

La sociedad actual fomenta determinados conceptos que resultan negativos para muchos ciudadanos. La imagen estilizada de las mujeres, la delgadez extrema, la belleza retocada en programas de ordenador, y, por supuesto, la juventud como metas –inalcanzables– de felicidad personal y éxito profesional.


Si observamos la publicidad veremos que nuestra sociedad parece estar pensada para jóvenes, triunfadores y gente guapa. La juventud es un valor que se impone incluso en el mundo laboral: una persona de más de 45 o 50 años tiene dificultades para encontrar un nuevo empleo.
La persona mayor, el viejo, es considerado por nuestra sociedad como una persona que ya nada puede aportar. No se le tiene en consideración en muchas de las decisiones familiares, sociales, administrativas, urbanísticas, etc.
El paso del tiempo lleva inevitablemente, a la vejez. El sentirse valorado es una expectativa de todos, independiente de la edad. Y todos somos útiles y expertos según la situación o la necesidad. Sin embargo nos encontramos ante cultura de la juventud que oculta (como ocurría en la Metamorfosis con Gregor Samsa) todo lo que no huela a nuevo. Pocos son los anuncios dirigidos específicamente a personas mayores o viejas y cuando los encontramos suelen consistir en recomendaciones para llevar una vida sana, para cuidar la salud, algún producto de higiene,...En medios de comunicación como la televisión o el cine no se premia el valor de la experiencia acumulada: los presentadores, locutores, actores,... deben ser jóvenes siempre. Esta situación es especialmente grave en el caso de las mujeres, que han de estar siempre atractivas y no aparentar nunca la verdadera edad que tienen.

En las familias el papel de los abuelos se limita al cuidado de los nietos, pero en cuanto se llega a una situación de dependencia o enfermedad  el anciano se percibe como una carga y se le aparta en residencias para mayores, de esta forma se les niega el derecho a seguir viviendo y desarrollándose en el entorno en el que han vivido y con personas con las que tienen relaciones afectivas.
Lo mismo sucede con personas que tienen alguna enfermedad que se considere contagiosa como el SIDA (los mecanismos de transmisión son desconocidos para mucha gente) y además fruto "dede alguna práctica sexual "desviada": homosexualidad, adulterio, prostitución,... Sucede algo parecido con enfermedades las enfermedades degenerativas y especialmente con las enfermedades mentales.
Una de cada cuatro personas padece una enfermedad mental a lo largo de su vida. En la gran mayoría de casos, la superará y en otros, si bien la enfermedad perdura, el paciente, con ayuda de familiares, amistades y profesionales, será capaz de afrontar su situación. También puede ser un proceso largo y doloroso, no sólo por la gravedad de su patología, sino por la imagen negativa que la sociedad posee de las personas con enfermedad mental. Gran parte del sufrimiento que padecen estas personas tiene su origen en el rechazo, la marginación y el desprecio social que tienen que soportar, y no en la enfermedad en sí misma. La percepción social de la enfermedad mental está sesgada por el desconocimiento y la desinformación, e influye en el aislamiento de las personas que la padecen, haciéndoles creer que su enfermedad es una losa demasiado pesada de la que no podrán sobreponerse, y poniendo barreras a su recuperación.

La estigmatización es casi siempre inconsciente, basada en erróneas concepciones sociales, arraigadas en la percepción colectiva. Por ejemplo, que una persona con esquizofrenia es violenta e impredecible y no podrá nunca trabajar o vivir fuera de una institución ni tener una vida social. Que una persona con depresión es débil de carácter. Que no puede casarse ni tener hijos e hijas. Que la enfermedad mental no tiene esperanza de curación. Que es imposible ayudarle.



Y tiene diversas fuentes. Los vecinos que se sienten incómodos con estas personas, evitan cruzarse con ellas y desearían que en el edificio no hubiera gente así. Los empleadores que temen que estén siempre de baja y las relegan a funciones de menor responsabilidad. Los periodistas que reflejan las creencias erróneas de la sociedad, como parte de la sociedad que son, y las transmiten en sus informaciones. También los profesionales socio-sanitarios, incluidos los de salud mental, son fuente para la estigmatización cuando en la consulta ven sólo la patología y no a la persona. E incluso la propia familia, que por causa del estigma siente vergüenza y esconde la enfermedad, la niega y con ello también niega a la persona.











 
 
 

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